La Sagrada Escritura no es un tesoro arqueológico, sino una Palabra viva, activa y acuciante, sostenida y preservada por la tradición de la Iglesia. No es posible la indiferencia ante ella. Comunicarla es una exigencia de la vida cristiana, sobre todo a los más jóvenes, y el autor compromete su elegante decir criollo en esta tarea.
La Sagrada Escritura no es un tesoro arqueológico, sino una Palabra viva, activa y acuciante, sostenida y preservada por la tradición de la Iglesia. No es posible la indiferencia ante ella. Comunicarla es una exigencia de la vida cristiana, sobre todo a los más jóvenes, y el autor compromete su elegante decir criollo en esta tarea.