Los primeros años los pasó Alejandro bajo los cuidados de su ayo Pausianas, no tardando Filipo en buscarle los mejores maestros de aquella época.
El príncipe Leónidas se encargó de la educación física y de adiestrar en el manejo de las armas al joven Alejandro. Lisimaco de Arcamania se cuido de enseñarle la literatura. Anaximenes de Lampsico fue su maestro de elocuencia y Filiopemen y su padre, enseñaron a Alejandro el arte de la guerra. Pero fue Aristóteles, el hombre más docto de aquel tiempo, quien más contribuyó a la esmerada educación del príncipe macedónio. En una de las cartas que se conservan de aquel tiempo, escribe Filipo a Aristóteles "Tengo un hijo y doy gracias a los dioses con tanto mayor motivo, por habérmelo concedido viviendo tú. Espero que por medio de tus preceptos y cuidado en la educación, saldrá de tu escuela digno discípulo tuyo, no indigno hijo mío e incapaz de sucederme en el gran reino..."
No defraudó Alejandro ni a sus maestros ni a su padre, pues así como al estoico Leónidas le daba muchas satisfacciones con su maestría de jinete, esgrimista y cazador, también el gran filósofo estagirita, Aristóteles, se mostraba complacido de ver cómo su aventajado alumno asimilaba su doctrina y sus enseñanzas. Mucho habla de servir después esta educación en sus hazañas político-militares, puesto que se asegura que su triunfo sobre los persas se debió más a la generosidad, prudencia y discreción que le recomendó siempre Aristóteles, que no a la fuerza de sus armas.
De ahí que afirmase luego Alejandro que estaba tan agradecido a Aristóteles como a Filipo, ya que si a éste debía el beneficio de existir, al otro reconocía la dicha de vivir feliz.
Los primeros años los pasó Alejandro bajo los cuidados de su ayo Pausianas, no tardando Filipo en buscarle los mejores maestros de aquella época.
El príncipe Leónidas se encargó de la educación física y de adiestrar en el manejo de las armas al joven Alejandro. Lisimaco de Arcamania se cuido de enseñarle la literatura. Anaximenes de Lampsico fue su maestro de elocuencia y Filiopemen y su padre, enseñaron a Alejandro el arte de la guerra. Pero fue Aristóteles, el hombre más docto de aquel tiempo, quien más contribuyó a la esmerada educación del príncipe macedónio. En una de las cartas que se conservan de aquel tiempo, escribe Filipo a Aristóteles "Tengo un hijo y doy gracias a los dioses con tanto mayor motivo, por habérmelo concedido viviendo tú. Espero que por medio de tus preceptos y cuidado en la educación, saldrá de tu escuela digno discípulo tuyo, no indigno hijo mío e incapaz de sucederme en el gran reino..."
No defraudó Alejandro ni a sus maestros ni a su padre, pues así como al estoico Leónidas le daba muchas satisfacciones con su maestría de jinete, esgrimista y cazador, también el gran filósofo estagirita, Aristóteles, se mostraba complacido de ver cómo su aventajado alumno asimilaba su doctrina y sus enseñanzas. Mucho habla de servir después esta educación en sus hazañas político-militares, puesto que se asegura que su triunfo sobre los persas se debió más a la generosidad, prudencia y discreción que le recomendó siempre Aristóteles, que no a la fuerza de sus armas.
De ahí que afirmase luego Alejandro que estaba tan agradecido a Aristóteles como a Filipo, ya que si a éste debía el beneficio de existir, al otro reconocía la dicha de vivir feliz.